dilluns, 22 de novembre del 2010

Por un sólo momento

Título: Por un sólo momento
Autora: Mari-chan (kaitovsheiji)
Personajes: Ya-ya-yah
Pareja: YabuHika (hinted!Shookawa)
Género: Romance, Universo Alterno
Tipo: One-shot
Sumario: uando pierde a sus pares, Kota se da cuenta de que merece la pena encontrar algo por lo que vivir.
NA: Me ha quedado más que raro T__T Pero ayer me dolía la cabeza (aún ahora ;o;) y no pude escribir nada mejor... En una hora tengo examen de Filosofia y no me entra nada T_____T  En teoría esto es para el desafío de Arumi de las 20 razones... esta sería: 'Por su sonrisa' pero no sé si valdrá al ser UA y eso...


Siempre le había estado observando.
Desde el primer día en que se mudó a ese pueblo perdido en medio de la nada, un pueblo sin el suficiente número de habitantes para tener un centro comercial pero con las casas demasiado dispersas como para poder ir andando a donde quisieras. Cuando había subido al autobús que le llevaría a casa de su tío (con quien iba a vivir a partir de entonces) con la única triste compañía de su pequeña maleta y le había visto, sentado unas filas delante suyo, mirando por la ventana y sonriendo, no había podido apartar los ojos de él.
Algo en el chico le había cautivado al primer segundo y, desde entonces, nunca había podido desviar la mirada cuando se lo encontraba.
Llegó a casa de su tío y este le mostró su cuarto y le dijo que se instalara. Yabu Akira, así se llamaba su tío, y él iba a adoptar su apellido (el de soltera de su madre) a partir de el día siguiente, cuando la agente de servicios sociales que le había estado ‘cuidando’ hasta entonces y desde el accidente que lo dejó huérfano había dicho que iba a pasarse por la casa y llevarle los papeles que oficializarían su nombramiento como su tutor legal.
La primera impresión que le había concedido su tío no había sido de las mejores y había entendido enseguida que lo que decían de él en el pueblo (lo que había oído sin querer al pasar al lado de unas señoras a las que había preguntado en qué parada debía bajarse para llegar a su casa) no era más que la verdad un poco exagerada. Su tío se aislaba del mundo y sólo había aceptado cuidarlo por amor a su hermana, la única persona a la que había querido en toda su vida, aún así, Kota se había sentido feliz con la perspectiva de que, a partir de entonces, tendría a alguien con quien compartir la pena por la muerte de su madre. Pero su tío le había prohibido hablar de ella mientras estuviera en su casa y su sonrisa se había desvanecido rápidamente.
Una semana más tarde, Kota fue por primera vez al colegio del pueblo y volvió a ver al chico que había visto el primer día. Pese a estar triste por no encontrar el apoyo necesario en casa, ahora que ya vivía con su tutor legal, la sonrisa del otro hizo que se despertaran las mariposas que parecía hubieran estado durmiendo en su estómago hasta entonces, y unas ganas enormes de encontrar algo por lo que seguir adelante le inundaron, descubrió un optimismo que nunca había pensado tener.
Ese día, conoció al que iba a ser su mejor amigo en ese pueblo, un chico de su clase llamado Yamashita Shoon.
A partir de entonces, sus días se convirtieron en un rutinario viaje de su casa al colegio y de allí a casa, no sin su dosis regular de esa sonrisa especial que alentaba su optimismo.
Ya casi nunca pasaba solo todo el recorrido, Shoon subía unas cinco paradas después de él, y pronto descubrió el nombre de ese chico la sonrisa del cual le había cautivado, Yaotome Hikaru, también se aprendió el del chico alto que siempre le acompañaba, Ayukawa Taiyou, que resultó ser el vecino de su mejor amigo.
Ahora ya lleva seis años viviendo con su tío y ha conseguido que el hombre se abra un poco más a los demás y sacarlo un poco de la depresión en la que cayó cuando su madre se casó, cosa que se había tomado como un abandono por parte de su hermana. Cuando tenía trece años vio la comicidad de la situación, era él quien había perdido a sus padres, mas fue su tío quien necesitó más ayuda para superar la pérdida y él había intentado desde el primer día consolarle, consiguiendo que el hombre sonriera un par de veces a la semana, cosa que habría sido impensable después de la boda.
Sigue haciendo el trayecto desde su casa hacia el instituto en autobús, aunque Shoon ya pueda conducir y se haya ofrecido mil veces a llevarle en coche, no quiere perderse la sonrisa brillante que enciende el sol en su mundo cada mañana. No ha cambiado casi nada, tuvo que asimilar rápidamente que en ese pueblo nunca nada lo hace, y Kota ha aprendido a apreciar los pequeños cambios del día a día y la rutina que envuelve las demás horas de la semana.
Y aunque nunca ha hablado con él, Kota descubrió el año pasado que está enamorado de Yaotome Hikaru y ha adoptado el posado pesimista de todos los adolescentes que creen no ser correspondidos, pero nunca ha dejado de mirarle.
Ayer, notando como Kota se tensó cuando Taiyou y su luz pasaron por su lado y el más alto esperaba a que acabaran de hablar para irse con su mejor amigo, a él no le es difícil llevarle porque viven a sólo 500 metros el uno del otro, Shoon le obligó a aceptar un viaje en coche para hoy, ida y vuelta.
Lo primero que pensó Kota, fue que iba a pasar un día oscuro, pero acabó resignándose porque Shoon le había ayudado siempre cuando estuvo en problemas y le había aguantado, pese a casi no conocerle, mientras estaba superando el trauma de la muerte de sus padres. Así que ahora tiene que intentar sobrevivir sin el aliento que ha estado haciéndole seguir adelante durante todo este tiempo.
Acaba de ducharse y ya escucha el timbre de su casa, ni siquiera ha tenido tiempo de vestirse que Shoon está ya en su habitación, urgiéndole para que se de prisa.
-Pensaba que habíamos quedado en treinta minutos -se queja Kota, mientras se viste tan rápido como puede.
-Cambio de planes -y el menor puede detectar el toque travieso en la sonrisa de su mejor amigo.
-¿Qué…? -pero no tiene tiempo de preguntar porque, ahora que ya ha acabado de ponerse la ropa, Shoon le ha arrastrado hasta la cocina y le ha llenado la boca con una tostada, poniéndole una taza de café, que su tío le ha dejado preparada, como cada mañana, en la mano para que pueda tragársela más rápidamente.
Cuando termina de desayunar, casi atragantándose porque el sonido que Shoon hacía al golpear el suelo con el pie rítmicamente le ha puesto nervioso, su mejor amigo empieza a empujarle hacia la entrada, donde se pone los zapatos y ambos suben al coche del mayor.
Kota esperaba encontrar a Taiyou dentro, ¿por qué si no iba Shoon a meterle tanta prisa?, pero el chico no está y, cuando su mejor amigo le indica que ocupe el asiento trasero, no puede evitar preguntar dónde está el otro. Shoon no le contesta y Kota piensa que el menor tomará el autobús hoy.
Pero, unos diez minutos después, se paran delante de una casa que Kota no conoce, y él puede oír a Shoon dar golpecitos al volante mientras mira hacia el edificio.
Casi un cuarto de hora más tarde, los dos chicos ven a un par de figuras saliendo de la casa, y Kota las reconoce enseguida. Hikaru y Taiyou.
Los menores se acercan a ellos y, en poco tiempo, entran en el coche y, cuando Taiyou se sienta al lado de Shoon, Kota sabe que ha caído en la trampa que su mejor amigo le ha parado con la ayuda de su vecino.
Durante el viaje, los dos de delante se limitan a hablar entre ellos e ignorar a sus mejores amigos, demasiado concentrados en su propio mundo como para darse cuenta del incómodo silencio que invade los asientos traseros.
Poco antes de llegar al instituto, Kota ve a Taiyou acercarse a Shoon y darle un beso en la mejilla, ante lo cual el segundo le da un golpe en la cabeza diciéndole que por su culpa podrían haber sufrido un accidente, pero el menor sólo sonríe, ganándose un suave ‘baka’ de parte del conductor.
Tiene que admitir que le ha sorprendido, pero no hace ningún comentario cuando llegan al instituto y los cuatro bajan del coche, pensando que los hechos hablan ya lo suficiente por sí solos.
Cuando, llegando a su clase, Shoon le pregunta por qué no ha hablado nada con Hikaru, después de lo que se ha esforzado Taiyou para convencerlo de que fuera con ellos, Kota piensa: ‘O sea que sí que estaban prestando atención, después de todo’ y le contesta con un gruñido y un:
-No tenías por qué hacer eso… Sabes de sobra que no puedo hablar con él.
-Eso lo dices tú -le contesta su mejor amigo, dándole un golpe en el brazo-. Quiero que hables con él a la vuelta.
Y esa frase queda como una orden porque, un segundo después, el profesor entra en la clase y les ordena que se callen.
Cuando vuelven a subir al coche los cuatro, Shoon y Taiyou siguen con lo mismo de esa mañana y les ignoran completamente.
Sabiendo que si no habla con él, Shoon va a castigarle más tarde, Kota empieza a ponerse nervioso y no puede obligarse a decir nada.
Pero, cuando ya están cerca de la casa de Hikaru, sus cuerdas vocales y su boca actúan por si solas y se encuentra diciendo:
-Sabes… siempre he estado mirándote.
Cuando se da cuenta de lo que ha dicho, el tiempo se congela y su cara enrojece a más no poder. Pero, antes de que pueda pensar en qué decir para arreglarlo, Hikaru le contesta:
-Yo también…
Sorprendido, gira la cabeza de golpe, sólo para encontrarse con la sonrisa que ha estado iluminándole los días durante seis años dirigida a él. En el momento en que su cabeza termina de procesar lo que acaba de pasar, sus labios se curvan en una sonrisa también y no puede evitar pensar que este es un momento por el que vale la pena seguir adelante.

diumenge, 7 de novembre del 2010

Empezar de nuevo VII (b)

Título: Empezar de nuevo
Autora: Mari-chan (kaitovsheiji)
Género: Drama, Romance (Shounen-ai), Amistad, Universo Alterno...
Personajes: Hey!Say!BEST y, de momento, Chinen, Yuto & Yama-chan
Pareja(s): YabuHika (Yabu Kota & Yaotome Hikaru)
Tipo: Capitulado
Capítulo: 7b/?
Sumario: Hikaru y Yabu eran buenos amigos hasta que el primero cambió, se alejó de su mejor amigo y empezó a ignorarle. Ahora, después de seis años, han vuelto a juntarlos en la misma clase. ¿Volverán a hablarse? ¿Por qué Hikaru cambió de repente? ¿Se rendirá Yabu ante las negativas de este? y ¿Cuál es la razón por la que Inoo y Daiki están tan preocupados?

NA: Ya es oficial, odio los exámenes ù.u  Hasta hace poco no me importaban pero llegados al punto donde me impiden escribir... le he cogido manía ò.ó
NA2: Por fin~ La segunda parte del capi ^^  Gracias por no matarme virtualmente por tardar tanto n.n
NA3: Casí morí escribiendo la última parte TT___TT


Aquella semana estaba más despistado que jamás antes. No podía seguir de aquella manera o iba a encontrarse las consecuencias después, y sabía que no iban a gustarle.
No dormía bien por las noches, por eso, tenía que tomar prestados los apuntes de Daiki e Inoo y pedirles que le explicaran qué habían hecho durante las clases.
No poder descansar provocó que casi se durmiera en el examen de mates que hicieron el martes, los números se mezclaban y le costó mucho esfuerzo acabarlo a tiempo.
El día siguiente, su profesora les entregó las pruebas corregidas y, desde el momento en que recibió las suya, su mundo se volvió más negro de lo que normalmente ya era. 7’6. Su padre iba a matarle.
No se dio cuenta hasta que sonó el timbre y la clase acabó, pero el aire de aquella aula se le había hecho horrorosamente irrespirable. Salió de allí tan rápido como pudo y se refugió en una clase vacía que había allí cerca, tuvo suerte de que lo que les tocara después fuera la media hora libre que les dejaban para desayunar porque tardó bastante en tranquilizarse, aun con la presencia y ayuda de sus dos mejores amigos.
Lo último que tenía ganas de hacer entonces era quedarse en el colegio, pero no podía irse a casa, por lo que pasó las horas que le quedaban sin prestar demasiada atención e intentando no pensar en lo que le esperaba en casa en cuanto le enseñara el examen a su padre.
Tan pronto acabaron las clases se fue rápida y directamente a casa, eso sí, después de asegurarle a Inoo y Daiki que iba a estar bien, aunque los tres supieran que no iba a ser así.
*****
Cuando despertó ese día, maldijo a la persona a la que se le hubiera ocurrido hacer clases de educación física en el instituto. Tan pronto se levantó supo que no aguantaría la hora y media que tenían de clase. El tobillo izquierdo le dolía horrores (se lo había torcido al caer la noche anterior) y cada vez que se movía tenía que reprimir una mueca de dolor.
Se vistió como pudo y, casi sin desayunar, se marchó hacia el instituto, sabiendo que iba a necesitar todo el tiempo que pudiera ahorrar para llegar a clase a la hora. Aún y caminar despacio, consiguió entrar de los primeros y sentarse antes de que nadie notara que no caminaba bien.
Poco después llegaron sus amigos, que le dirigieron una mirada preocupada pero, fieles a su costumbre, no preguntaron nada respecto al tema.
Hikaru intentó concentrarse, pero que ante el más mínimo movimiento sus células se estremeciesen de dolor no ayudaba mucho y sabía que tendría que depender otra vez de Inoo y Daiki para que le dejaran los apuntes y le explicaran todo lo que habían hecho en clase. Las horas pasaron lentas y cada vez faltaba menos para poder volver a casa y olvidarse de todo y todos por un rato, de la preocupación de que notaran que algo no estaba bien en él.
Y, por fin y desgracia, la clase de educación física. Intentó que su paso fuera lo más regular posible de camino a los vestuarios y, una vez llegó, maldijo que no le hubiera tocado uno de los casilleros más cercanos a la pared, porque, de ser el caso, podría protegerse de las miradas ajenas y tal y como estaba no había manera posible de evitar los ojos de los demás.
Se cambió los pantalones tan rápido como pudo y se alegró de haberse puesto la camiseta de educación física bajo el uniforme, así reducía el risco de verse envuelto en situaciones de las que iba a ser difícil salir sin una buena explicación.
Cuando el profesor les dijo que empezaran a correr, hizo todo lo que pudo para seguir el ritmo del resto de la clase. Normalmente no tendría problemas para hacerlo, pero, por culpa de su tobillo, esta vez notó que se iba quedando atrás y no podía hacer nada para evitarlo, no queriendo renunciar a recibir la clase. Tampoco pudo evitar agradecer mentalmente a Dai-chan y Kei que se rezagaran junto a él para que no corriera solo y el profesor no le dijera nada, ni preguntarse por qué cierta persona corría aún más lento que ellos y ni siquiera apartaba la vista de él.
La clase terminó, al fin, y los chicos se dirigieron al vestuario, riendo y haciendo bromas entre ellos. Cuando llegó delante de su casillero, lo primero que le pasó por la cabeza fue que tenía que cambiarse rápido, para que nadie preguntara nada sobre las marcas que le había dejado en el cuerpo la bronca del día anterior. Lo intentó, pero su velocidad se vio reducida considerablemente por la falta de libertad de movimiento que le provocaban sus heridas.
Podía imaginarse perfectamente a alguien preguntándole si se había metido en una pelea y eso no le hacía demasiada gracia. Además, tenía la molesta sensación de que le estaban observando, y eso no ayudaba a reducir, más bien el contrario, sus paranoias.
Se espabiló tanto como pudo a llegar a clase y sentarse en su sitio y deseó que las clases restantes pasaran deprisa. Su deseo se vio garantido (más o menos) cuando, a última hora, el subdirector fue a avisarles de que su profesor estaba enfermo y podían irse a casa.
Se demoró tanto como pudo y salió de clase de los últimos, caminando lentamente y rodeado por sus dos fieles mejores amigos.
Los tres chicos se separaron en el primer cruce y Hikaru siguió hacia su casa, soltando un suspiro de alivio cuando vio que sus amigos se habían perdido de vista, no quería que se preocuparan más de lo que ya estaban, sabía que ellos conocían las verdades que él intentaba esconder y eso le dolía. Se relajó y dejó que su cuerpo redujera el ritmo de su marcha.
Pero, pasada la siguiente intersección, algo le alertó e hizo que sus instintos y sentidos se pusieran en marcha. Alguien le seguía. Tan pronto se dio cuenta de eso, una cara le vino a la cabeza e intentó alejarla de su mente, pensando que era imposible que fuera él. Hacía ya tiempo que debía de haber dejado de preocuparse por él. Y, aunque intentaba no hacerlo, presentía que sólo podía ser él, por lo que, poco antes de llegar a su casa se paró. Ese momento lo aprovechó el otro para hablar.
-Hikaru… -sólo oír su nombre de sus labios le hizo estremecerse y rezó para que el mayor no se hubiera dado cuenta-. ¿Cómo te hiciste esos moratones?
Esperaba cualquier cosa menos esa pregunta y, aunque le sorprendió mucho, intentó que esa sorpresa no se le reflejara en la cara, adoptando el posado indiferente que pudo.
-¿De qué hablas?
-Hikaru… -volvió a hablar el que fue su mejor amigo. Hikaru podía notar la impaciencia y frustración en su voz, no en vano habían sido amigos durante tanto tiempo, pero sabía que no podía decirle la verdad, no podía arriesgarse a que alejaran a su padre de ellos. Su madre le necesitaba y, qué caray, él también, era su padre, joder-. Los he visto -continuó Kota, y sus palabras sonaron demasiado frías en los oídos de Hikaru.
Aún así, no quería jugarse lo que habían conseguido escondiendo el maltrato durante tanto tiempo por ninguna tontería e intentó escaparse, pero el mayor le cogió del brazo, evitando que se fuera.
-¿Por qué no puedes contármelo?
El menor fue claramente capaz de distinguir la pena en sus ojos y la desesperación en su voz y eso acabó de desarmarlo completamente, provocando que sus lágrimas empezaran a aflorar.
Empezaba a estar harto de que el otro se metiera en su vida, si lo había alejado había sido, más que nada, porque estaba asustado de lo que su padre pudiera hacerles a su madre y a él, por lo que el otro mezclándose con sus asuntos no ayudaba a suavizar la situación, no ahora, después de tanto tiempo.
No pudo evitar sollozar, aunque intentó controlar su llanto, cuando sintió que el otro le abrazaba. Sin quererlo, había empezado a depender cada vez más de él desde que habían estado encerrados en el armario ese día, y ahora, en sus brazos, se sentía seguro.
Por eso, cuando el otro se separó de él y volvió a acercársele, sólo cerró los ojos, esperando algo que sospechaba iba a venir y en lo que no se equivocó.
Sintió sus labios sobre los de él y se abandonó al contacto, aferrándose a Kota como si fuera una tabla de salvación, olvidando que su padre ese día no había ido a trabajar.
*****
Podía oír a su madre golpeando la puerta y gritándole, suplicándole, a su padre que abriera, que le dejara, pero sabía que no había cosa que el hombre estuviera menos dispuesto a hacer.
Los golpes no eran nuevos para él, estaba ya acostumbrado a no resistirse y esperar, desear, que todo acabara pronto. Pero nunca antes había recibido una paliza de esas proporciones y los gritos de su madre no hacían más que hacerlo todo más doloroso.
Los insultos que su padre y la frase que le había propinado tan pronto había entrado en su despacho le resonaban en la cabeza, mezclándose con la voz suplicante de su madre, y los golpes que ella daba a la puerta y su padre a él, formando una exótica y macabra melodía con sus propias pulsaciones.
‘Voy a romperte los huesos. Todos los huesos de tu maldito cuerpo.’
El ritmo se rompió. El chico pensó que su padre había parado para coger aire y volver a maldecir. Esperaba algo, palabras, golpes, lo que fuera, pero nada le llegó y abrió los ojos y levantó la vista, sorprendido.
Entonces vio algo que nunca hubiera esperado. La escena pasó ante sus ojos y el no fue capaz de hacer nada. Como si estuviera grabado y lo pasaran a cámara lenta, vio a su padre caer, con las manos en la cabeza y la piel tan blanca como la cera.
Durante unos instantes, el silencio reinó en la casa, incluso su madre había parado de golpear la puerta al oír el ruido que su marido había hecho al desplomarse, aunque ella no sabía qué lo provocó.
Y, cuando el tiempo volvió a su velocidad habitual, Hikaru no atinó a hacer nada más que levantarse y acercarse a tanto quien les había hecho sufrir.
-¡Papá!