diumenge, 7 de novembre del 2010

Empezar de nuevo VII (b)

Título: Empezar de nuevo
Autora: Mari-chan (kaitovsheiji)
Género: Drama, Romance (Shounen-ai), Amistad, Universo Alterno...
Personajes: Hey!Say!BEST y, de momento, Chinen, Yuto & Yama-chan
Pareja(s): YabuHika (Yabu Kota & Yaotome Hikaru)
Tipo: Capitulado
Capítulo: 7b/?
Sumario: Hikaru y Yabu eran buenos amigos hasta que el primero cambió, se alejó de su mejor amigo y empezó a ignorarle. Ahora, después de seis años, han vuelto a juntarlos en la misma clase. ¿Volverán a hablarse? ¿Por qué Hikaru cambió de repente? ¿Se rendirá Yabu ante las negativas de este? y ¿Cuál es la razón por la que Inoo y Daiki están tan preocupados?

NA: Ya es oficial, odio los exámenes ù.u  Hasta hace poco no me importaban pero llegados al punto donde me impiden escribir... le he cogido manía ò.ó
NA2: Por fin~ La segunda parte del capi ^^  Gracias por no matarme virtualmente por tardar tanto n.n
NA3: Casí morí escribiendo la última parte TT___TT


Aquella semana estaba más despistado que jamás antes. No podía seguir de aquella manera o iba a encontrarse las consecuencias después, y sabía que no iban a gustarle.
No dormía bien por las noches, por eso, tenía que tomar prestados los apuntes de Daiki e Inoo y pedirles que le explicaran qué habían hecho durante las clases.
No poder descansar provocó que casi se durmiera en el examen de mates que hicieron el martes, los números se mezclaban y le costó mucho esfuerzo acabarlo a tiempo.
El día siguiente, su profesora les entregó las pruebas corregidas y, desde el momento en que recibió las suya, su mundo se volvió más negro de lo que normalmente ya era. 7’6. Su padre iba a matarle.
No se dio cuenta hasta que sonó el timbre y la clase acabó, pero el aire de aquella aula se le había hecho horrorosamente irrespirable. Salió de allí tan rápido como pudo y se refugió en una clase vacía que había allí cerca, tuvo suerte de que lo que les tocara después fuera la media hora libre que les dejaban para desayunar porque tardó bastante en tranquilizarse, aun con la presencia y ayuda de sus dos mejores amigos.
Lo último que tenía ganas de hacer entonces era quedarse en el colegio, pero no podía irse a casa, por lo que pasó las horas que le quedaban sin prestar demasiada atención e intentando no pensar en lo que le esperaba en casa en cuanto le enseñara el examen a su padre.
Tan pronto acabaron las clases se fue rápida y directamente a casa, eso sí, después de asegurarle a Inoo y Daiki que iba a estar bien, aunque los tres supieran que no iba a ser así.
*****
Cuando despertó ese día, maldijo a la persona a la que se le hubiera ocurrido hacer clases de educación física en el instituto. Tan pronto se levantó supo que no aguantaría la hora y media que tenían de clase. El tobillo izquierdo le dolía horrores (se lo había torcido al caer la noche anterior) y cada vez que se movía tenía que reprimir una mueca de dolor.
Se vistió como pudo y, casi sin desayunar, se marchó hacia el instituto, sabiendo que iba a necesitar todo el tiempo que pudiera ahorrar para llegar a clase a la hora. Aún y caminar despacio, consiguió entrar de los primeros y sentarse antes de que nadie notara que no caminaba bien.
Poco después llegaron sus amigos, que le dirigieron una mirada preocupada pero, fieles a su costumbre, no preguntaron nada respecto al tema.
Hikaru intentó concentrarse, pero que ante el más mínimo movimiento sus células se estremeciesen de dolor no ayudaba mucho y sabía que tendría que depender otra vez de Inoo y Daiki para que le dejaran los apuntes y le explicaran todo lo que habían hecho en clase. Las horas pasaron lentas y cada vez faltaba menos para poder volver a casa y olvidarse de todo y todos por un rato, de la preocupación de que notaran que algo no estaba bien en él.
Y, por fin y desgracia, la clase de educación física. Intentó que su paso fuera lo más regular posible de camino a los vestuarios y, una vez llegó, maldijo que no le hubiera tocado uno de los casilleros más cercanos a la pared, porque, de ser el caso, podría protegerse de las miradas ajenas y tal y como estaba no había manera posible de evitar los ojos de los demás.
Se cambió los pantalones tan rápido como pudo y se alegró de haberse puesto la camiseta de educación física bajo el uniforme, así reducía el risco de verse envuelto en situaciones de las que iba a ser difícil salir sin una buena explicación.
Cuando el profesor les dijo que empezaran a correr, hizo todo lo que pudo para seguir el ritmo del resto de la clase. Normalmente no tendría problemas para hacerlo, pero, por culpa de su tobillo, esta vez notó que se iba quedando atrás y no podía hacer nada para evitarlo, no queriendo renunciar a recibir la clase. Tampoco pudo evitar agradecer mentalmente a Dai-chan y Kei que se rezagaran junto a él para que no corriera solo y el profesor no le dijera nada, ni preguntarse por qué cierta persona corría aún más lento que ellos y ni siquiera apartaba la vista de él.
La clase terminó, al fin, y los chicos se dirigieron al vestuario, riendo y haciendo bromas entre ellos. Cuando llegó delante de su casillero, lo primero que le pasó por la cabeza fue que tenía que cambiarse rápido, para que nadie preguntara nada sobre las marcas que le había dejado en el cuerpo la bronca del día anterior. Lo intentó, pero su velocidad se vio reducida considerablemente por la falta de libertad de movimiento que le provocaban sus heridas.
Podía imaginarse perfectamente a alguien preguntándole si se había metido en una pelea y eso no le hacía demasiada gracia. Además, tenía la molesta sensación de que le estaban observando, y eso no ayudaba a reducir, más bien el contrario, sus paranoias.
Se espabiló tanto como pudo a llegar a clase y sentarse en su sitio y deseó que las clases restantes pasaran deprisa. Su deseo se vio garantido (más o menos) cuando, a última hora, el subdirector fue a avisarles de que su profesor estaba enfermo y podían irse a casa.
Se demoró tanto como pudo y salió de clase de los últimos, caminando lentamente y rodeado por sus dos fieles mejores amigos.
Los tres chicos se separaron en el primer cruce y Hikaru siguió hacia su casa, soltando un suspiro de alivio cuando vio que sus amigos se habían perdido de vista, no quería que se preocuparan más de lo que ya estaban, sabía que ellos conocían las verdades que él intentaba esconder y eso le dolía. Se relajó y dejó que su cuerpo redujera el ritmo de su marcha.
Pero, pasada la siguiente intersección, algo le alertó e hizo que sus instintos y sentidos se pusieran en marcha. Alguien le seguía. Tan pronto se dio cuenta de eso, una cara le vino a la cabeza e intentó alejarla de su mente, pensando que era imposible que fuera él. Hacía ya tiempo que debía de haber dejado de preocuparse por él. Y, aunque intentaba no hacerlo, presentía que sólo podía ser él, por lo que, poco antes de llegar a su casa se paró. Ese momento lo aprovechó el otro para hablar.
-Hikaru… -sólo oír su nombre de sus labios le hizo estremecerse y rezó para que el mayor no se hubiera dado cuenta-. ¿Cómo te hiciste esos moratones?
Esperaba cualquier cosa menos esa pregunta y, aunque le sorprendió mucho, intentó que esa sorpresa no se le reflejara en la cara, adoptando el posado indiferente que pudo.
-¿De qué hablas?
-Hikaru… -volvió a hablar el que fue su mejor amigo. Hikaru podía notar la impaciencia y frustración en su voz, no en vano habían sido amigos durante tanto tiempo, pero sabía que no podía decirle la verdad, no podía arriesgarse a que alejaran a su padre de ellos. Su madre le necesitaba y, qué caray, él también, era su padre, joder-. Los he visto -continuó Kota, y sus palabras sonaron demasiado frías en los oídos de Hikaru.
Aún así, no quería jugarse lo que habían conseguido escondiendo el maltrato durante tanto tiempo por ninguna tontería e intentó escaparse, pero el mayor le cogió del brazo, evitando que se fuera.
-¿Por qué no puedes contármelo?
El menor fue claramente capaz de distinguir la pena en sus ojos y la desesperación en su voz y eso acabó de desarmarlo completamente, provocando que sus lágrimas empezaran a aflorar.
Empezaba a estar harto de que el otro se metiera en su vida, si lo había alejado había sido, más que nada, porque estaba asustado de lo que su padre pudiera hacerles a su madre y a él, por lo que el otro mezclándose con sus asuntos no ayudaba a suavizar la situación, no ahora, después de tanto tiempo.
No pudo evitar sollozar, aunque intentó controlar su llanto, cuando sintió que el otro le abrazaba. Sin quererlo, había empezado a depender cada vez más de él desde que habían estado encerrados en el armario ese día, y ahora, en sus brazos, se sentía seguro.
Por eso, cuando el otro se separó de él y volvió a acercársele, sólo cerró los ojos, esperando algo que sospechaba iba a venir y en lo que no se equivocó.
Sintió sus labios sobre los de él y se abandonó al contacto, aferrándose a Kota como si fuera una tabla de salvación, olvidando que su padre ese día no había ido a trabajar.
*****
Podía oír a su madre golpeando la puerta y gritándole, suplicándole, a su padre que abriera, que le dejara, pero sabía que no había cosa que el hombre estuviera menos dispuesto a hacer.
Los golpes no eran nuevos para él, estaba ya acostumbrado a no resistirse y esperar, desear, que todo acabara pronto. Pero nunca antes había recibido una paliza de esas proporciones y los gritos de su madre no hacían más que hacerlo todo más doloroso.
Los insultos que su padre y la frase que le había propinado tan pronto había entrado en su despacho le resonaban en la cabeza, mezclándose con la voz suplicante de su madre, y los golpes que ella daba a la puerta y su padre a él, formando una exótica y macabra melodía con sus propias pulsaciones.
‘Voy a romperte los huesos. Todos los huesos de tu maldito cuerpo.’
El ritmo se rompió. El chico pensó que su padre había parado para coger aire y volver a maldecir. Esperaba algo, palabras, golpes, lo que fuera, pero nada le llegó y abrió los ojos y levantó la vista, sorprendido.
Entonces vio algo que nunca hubiera esperado. La escena pasó ante sus ojos y el no fue capaz de hacer nada. Como si estuviera grabado y lo pasaran a cámara lenta, vio a su padre caer, con las manos en la cabeza y la piel tan blanca como la cera.
Durante unos instantes, el silencio reinó en la casa, incluso su madre había parado de golpear la puerta al oír el ruido que su marido había hecho al desplomarse, aunque ella no sabía qué lo provocó.
Y, cuando el tiempo volvió a su velocidad habitual, Hikaru no atinó a hacer nada más que levantarse y acercarse a tanto quien les había hecho sufrir.
-¡Papá!

5 comentaris:

  1. paro cardíaco ? o.o
    dime que los golpes son por la nota de Hika y no porque los vio juntos a él y a Yabu ;O;


    dios Mari amo este fic <3 es uno de los mejores que he leído en mi vida
    insisto en que vale demasiado la espera <3

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  2. por favor bastaaa sniff...no me digas que le dio un patatus! Pues aunk me duela por hika se lo tenia merecido!!!!

    Pero como puede?! no puede! no puede! jamas se lo perdonare!!! k le va a romper los huesos?!!
    K suerte tiene de no ser real!!!

    Nooo joooo Mari-chan conti ne?

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  3. ke... ke... ke...
    kele paso a su papà

    por eso los papas no me gustan,
    y nunca me gustaran

    pobre hika ;_;
    me da mucha tristeza su caso ;_;

    por ke lo haz dejado asi Mari-chan

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  4. Què més...? Plis-plau... deixa' ns llegir la continuació pq ens tens en un aiiiiiii...

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  5. eh, lo golpeo porke lo vio con yabu ? o por las notas eh eh eh ehe ?

    cadavez se pone mas interesante este fic tienes 1000

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